viernes, 14 de mayo de 2010

Mal día....

Ducha incómoda. Y también derraman pequeñas gotas mis ojos. Hoy es uno de esos días en los que mis hormonas me vuelven incomprensible. Retuerzo mi pelo antes de salir del plato de ducha. Me seco y me envuelvo en la toalla. Desempaño el espejo con la palma de la mano. Aun así mi imagen no es nítida. Las lágrimas continúan cayendo, una tras otra, volviendo mi rostro pegajoso. Es curioso como mis ojos se vuelven de un verde intenso cuando lloro.

Cojo uno de los frascos de perfume y en un segundo de rabia, lo lanzo contra el suelo. Milésimas más tarde me arrepiento. Pf, al menos el baño olerá bien durante días…

Vuelvo a mi habitación, me coloco la ropa interior y abro el armario. Está repleto de ropa y aún así no sé qué ponerme. No me comprendo. Me pruebo unas diez prendas, pero termino poniéndome lo de siempre. Hoy es uno de esos días en los que me veo fea, realmente horrible.

Para desayunar café y tostada. El café está demasiado cargado, la tostada quemada. A la mierda, no desayuno.

Meto la bici en el ascensor haciendo virguerías y salgo a la calle. Al menos hace buena mañana… En un recorrido de 200 metros la cadena se sale 3 veces. Ahora tengo las manos impregnadas de grasa. Incluso dentro de las uñas (¡mis uñas!). Ya llego tarde a clase, así que voy rápido. Una señora mayor se cruza de repente en el carril bici, freno bruscamente. El manillar izquierdo de la bicicleta se parte, voy al suelo. A duras penas me levanto. Panorámica a mi alrededor: mirones. Nadie que tenga la más mínima intención de ayudarme. Y para colmo me he hecho daño en la muñeca.

Recojo los restos de mi bicicleta que hay esparcidos por el suelo (junto con los de mi dignidad), doy media vuelta y me voy a casa. De camino dejo la bici en el taller (llevo haciéndolo una media de día por semana). Me meto en la cama sin querer saber nada más del mundo exterior; ya he tenido suficiente.

Hoy, definitivamente, es uno de mis días malos. Si me quedo en la cama no podrá pasarme nada más…. ¿no?