jueves, 1 de abril de 2010

Estallido musical.

-"Dame un mi bemol"

-¿No querrás un la?

-"No.... un puto mi bemol....."

Exasperación. ¿Cuánto habrá que girar la clavija para que la cuerda no aguante la tensión, y rompa? ¿Perdería un ojo en el intento?

Muchas veces he pensado.... ¿Cómo me sentiría si cogiese mi guitarra de un puñado de miles de euros, la cogiera por el mástil y con fuerza, la golpeara contra el suelo? ¿Alivio? ¿Tristeza? Congoja (los luthiers son caros).

Me miro los dedos. Negros, encallecidos y despellejados. Nunca me gustaron mis manos. Son absurdas. La mano derecha con uñas largas (excepto el meñique). La izquierda, uñas cortas (excepto el pulgar). Y estas repulsivas y destrozadas yemas..... Callos formados una y otra vez a base de horas de mi vida pisando, ligando, poniendo cejillas, arpegiando, haciendo glissandos.................................................................. ¡¡PLAF!!

¿Por qué todo el mundo envidia lo que hago? Yo me siento desgraciada la mayor parte del tiempo. Demasiado sacrificio. Aunque... cierto, nunca me gustó lo fácil, lo vano, lo sencillo...

Este mundo... lleno de ególatras, de falsas sonrisas, de poco reconocimiento... Pero también repleto de gente mágica, que te remueven por dentro con un empujón sonoro, que te hacen vibrar las entrañas, sonreír para tí mismo y sentir puntiagudos escalofríos. Incluso te hacen soltar unas lágrimas, que rápidamente secas esperando no haber sido descubierto.... Quizá por este tipo de cosas estoy aquí, quizá por un mísero minuto de magia todo merezca la pena... Habrá que comprobarlo... ¿no?

2 comentarios:

  1. ves? incluso para quejarle a la vida tienes arte y te sale hacerlo bien
    :)
    ánimo bonita!!!!! Güercom tu de worldblogger

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  2. ¡Hola Diana!

    Uno de los párrafos de esta entrada me ha recordado una cosita que escribí hace tiempo, cuando empezaba, y ya que no puedo, como tú hiciste, mandarte una canción maravillosamente interpretada, te dejo un trocito de que aquello que una vez pasó por mi mente:


    Mis manos

    Lo cierto es que no estoy habituado a hacer reflexiones de este tipo. El hecho de tener tiempo para escribir, el deber de hacerlo, y además, el tener temas sobre los que escribir me está abriendo un mundo. Pues bien; aquí estoy, sentado en la cada vez más conocida para mí, terminal T4 de Barajas intentando, sin éxito, escribir sobre mis manos. Pero, ¡vaya! ¡Si son ellas las que escriben! Sincronizadas sobre el teclado se reparten la labor. Las teclas de la derecha para una, las de la izquierda para la otra… Yo creo que se llevan bien. Conocen, cada una, los defectos de la otra y los respetan. Ambas saben que la derecha es la fuerte, la hábil, la rápida y la delicada. Pero también saben, y aceptan que si hubiese que tomar una fotografía de una de las dos, sería de la izquierda. Mi mano derecha tiene una maravillosa colección de cicatrices y deformidades varias. Así que por un lado está la fuerte, la ágil, y por el otro la menos fea de las dos. Lo cierto es que hasta hace un año y medio apenas era consciente de que tenía mano izquierda. Mis labores estudiantiles las llevaba a cabo la mano derecha. Para los deportes… tenis, baloncesto… La derecha. Siempre la derecha. Hasta que un día (creo recordar que de febrero de 2006) al dueño de ambas se le cruzó el cable y le dio por aprender a tocar la guitarra. Y ahí la cosa cambió. La derecha llevaba el ritmo, sí, pero la izquierda tuvo que aprender a volar de cuerda en cuerda para poder darle a la derecha una nota, o un acorde que tocar. Costó, pero lo consiguió. La izquierda ganó en destreza, pero a costa de parte de su “perfección”. Debido a la presión y el roce de las cuerdas de acero, las yemas de los dedos de mi mano izquierda se hicieron duras y se empezaron a pelar. Ahora son más ásperas, lo que plantea un conflicto entre dos bellas artesanías con curvas y un alma inquietantemente atractiva: Las señoritas siempre prefieren ser acariciadas por una mano suave, eso es cierto y comprensible. Pero si me hiciesen elegir… Creo que debería tener en cuenta que mi guitarra nunca me abandonará. ¿Quién puede aventurarse a decir lo mismo de una señorita? En cualquier caso espero no tener que elegir nunca, porque realmente echaría de menos el tocar la guitarra.

    Felíz cumpleaños, linda.
    Al.

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